En muchas familias argentinas se repite la misma situación: después de toda una vida de esfuerzo, se llega a la jubilación con varias propiedades, pero con ingresos mínimos que no alcanzan para cubrir los gastos. Los ladrillos están, pero no siempre se convierten en dinero líquido para vivir bien hoy.
El problema es conocido: las propiedades requieren mantenimiento, pagan impuestos y, si no están bien alquiladas, generan más gastos que beneficios. Con el tiempo se deterioran y terminan en manos de los herederos en malas condiciones.
La clave, explican especialistas, está en fusionar lo inmobiliario con lo financiero. No se trata de vender todo, sino de diversificar de manera inteligente. Una propiedad puede transformarse en capital líquido y ese dinero, bien administrado, se convierte en una renta mensual segura que garantiza tranquilidad.
La asesora inmobiliaria Ana Depetris lo cuenta con un caso concreto: “Conocí a una pareja que tenía un departamento grande en Capital, vacío y lleno de gastos. Decidieron venderlo, comprar algo más chico y diversificar el resto en inversiones seguras. Hoy viajan, disfrutan y viven una jubilación tranquila. Ese cambio les dio libertad”.
Por su parte, la contadora y asesora financiera Nuria Gallardo lo resume así: “La idea no es vender todo, sino diversificar inteligentemente: mantener algunas propiedades y transformar otra parte en activos financieros. Así, el patrimonio se conserva, se multiplica y al mismo tiempo brinda ingresos pasivos mes a mes”.
Los beneficios son claros: ingresos regulares, menos preocupaciones y gastos de mantenimiento, una mejor calidad de vida en el presente y un legado patrimonial ordenado para los herederos. En lugar de dejar propiedades deterioradas, se deja un plan de vida con valor real.
Ese plan financiero se realiza en el Mercado de Valores, un ámbito con más de 170 años de historia y prestigio, a través del cual, mediante cuentas comitentes, se canalizan inversiones que impulsan tanto a las empresas como a las personas.
La propuesta es sencilla: no se trata de heredar ladrillos, sino de heredar tranquilidad. Y para los dueños de propiedades en Nordelta y alrededores, acostumbrados a ver la casa como símbolo de esfuerzo, esta mirada ofrece una salida práctica: disfrutar hoy y proyectar un futuro seguro para la familia.
Con un plan a medida, los ladrillos pueden transformarse en viajes, libertad financiera y una jubilación digna.