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Nordelta: Pichones de chingolo, una sorpresa en El Palmar

Una vecina encontró un nido en su jardín, y los pajaritos parecían hambrientos. Un consejo de Medio Ambiente y una imagen capturada por un fotógrafo fueron la respuesta.

Ana vive en un departamento con jardín, en El Palmar. Días atrás se encontró con unos vecinos nuevos: tres polluelos en un nidito, que piaban con hambre. Preocupada, buscó qué hacer. Desde la gerencia de Medio Ambiente le dieron las primeras recomendaciones. Poco después, un fotógrafo especialista en fauna identificó a los pajaritos: eran chingolos. Y en un rato, le mostró a Ana una foto que logró sacar con teleobjetivo: la madre con la comida en el pico, y el padre atento, vigilando que no haya intrusos.

Nordelta es un territorio especial para las aves. Hay 69 especies diferentes de pájaros que viven en la Ciudad. Encontrarse con ellos, observarlos, es establecer un vínculo especial con la naturaleza.

En el final del invierno, los bebés cisnes fueron la hermosa sorpresa de los lagos nordelteños. Con el comienzo de la primavera, otros pájaros llenan de ternura árboles y arbustos.

Tres piquitos abiertos

Ana tiene el jardín muy cuidado. Había una cortadera que había crecido demasiado y le pidió al jardinero que la podara. Enseguida el hombre la llamó y le mostró el nido. Tres pichoncitos negros abrían sus picos amarillos y rojos, piando, como pidiendo alimento. Ana ama los animales y se preocupó. Consultó en varios chats de los que forma parte si alguien podía decirle cómo ayudar a los pichones, qué darles de comer. Enseguida, desde la Gerencia de Medio Ambiente de AVN, Constanza Falguera le respondió que no se preocupara, que no los alimentara, que la madre estaría cerca, escondida, esperando para acercarse a su nido. Que, si los pichoncitos mostraban vitalidad, es que estaban siendo alimentados.

En medio surgió otro interesado en los pichones, Emilio White, un fotógrafo que estaba en esos días justamente haciendo imágenes de la fauna local. Emilio vive en una reserva cercana a Iguazú, es amante de los pájaros, sabe mucho del tema y, además, es un gran observador. Se acercó a la casa de Ana para registrar a los pichoncitos. Ni bien los vio, dictaminó: “Son chingolos”. Y explicó que es una de las especies que se quedan en el nido durante días, no como los cisnes o los teros, que ni bien rompen el cascarón salen caminando o nadando detrás de sus padres.

Una foto fue la respuesta

“Esperemos, observemos, ya vamos a ver a la madre”, la tranquilizó Emilio a Ana. Ambos se sentaron en la galería. En cuestión de minutos, Emilio apuntó su teleobjetivo a un poste del cerco de la pileta. La imagen que captó no dejaba dudas: una hembra de chingolo, con una pequeña oruga en su pico, se acercaba al nido. No habían pasado otros 10 minutos cuando el padre apareció en escena, y desde una rama cercana se puso a controlar el entorno de su nido. Sólo se habían ocultado por el movimiento de las personas.

Ana tiene tres nietas. Cada una de ellas eligió un nombre para cada uno de los pichones: los llamaron Cora, Ojo y Hoosi. Ahora toda la familia espera verlos desplegar las alas y despedirse. Aves y humanos, más cerca en un jardín nordelteño. Los vecinos, más identificados con la fauna local.

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