Por Presbítero Agustín Espina*
En estos días los cristianos estamos celebrando la Pascua. Jesús, el hijo de Dios, que asume en su persona la muerte y la vence con su resurrección.
El misterio pascual consta de dos momentos fundamentales: Jesús que entrega su vida en la cruz, muere y Jesús que nace a una vida nueva, resucita.
Podemos preguntarnos por qué los cristianos, especialmente, los católicos, creyendo en Jesús resucitado hacemos tanto hincapié en la cruz. Es que en la cruz Jesús se despoja por entero de sí mismo, para atravesar con nosotros el momento más crucial y más tormentoso de nuestra existencia, que es la muerte. Revelándonos de esta manera, que Dios nunca nos abandona, siempre está a nuestro lado, también en la muerte.
Pero si Jesús se solidariza con nosotros en la muerte, no es para hundirse con nosotros en ella y quedar eternamente allí, sino para rescatarnos de la muerte, invitándonos a comenzar a vivir, aquí y ahora, una vida resucitada, que algún día será plena.
Por lo tanto, celebrar la Pascua, es un llamado a pasar con Cristo de la muerte a la vida, salir de nuestros sepulcros del individualismo, la indiferencia, de la vida sin sentido, para pasar a una vida Nueva, en comunión con los otros. A comprometernos a rescatar las vidas de tantos hermanos nuestros que se encuentran crucificadas a causa de la pobreza, el narcotráfico, el abandono, la desocupación, en definitiva, a trabajar por un mundo más justo y más fraterno.
Para ello a ejemplo de Jesús, tendremos que aprender a despojarnos de nosotros mismos, abriendo nuestra mirada a la realidad, animándonos a mirar el mundo del dolor, sin pasar indiferentes ante él, sino comprometiéndonos con él. En ese momento descubriremos, de qué manera en la misma solidaridad, que implica renuncia, trabajo, despojo, compromiso, ahí mismo ya experimentaremos que nuestras vidas resucitan.
Felices pascuas!!!
*Presbítero Agustín Espina – Parroquia Santísima Trinidad Tigre
