En el corazón de La Alameda, un conejo blanco se ha convertido en una de las figuras más queridas y curiosas del barrio. Su historia es un ejemplo de cómo la fauna local y los animales domésticos pueden convivir en armonía en un entorno natural cuidado.
Bunny, un conejo blanco de orejas marrones, no es solo una mascota más. Su historia comenzó cuando pertenecía a una familia que vivía cerca del parque central de La Alameda. Durante su tiempo en el hogar, Bunny nunca se conformó con quedarse dentro de los límites de su jardín. Siempre exploraba los espacios verdes del barrio, disfrutando de la tranquilidad que ofrecían los lagos y el entorno natural. Su lugar favorito era descansar a la sombra de los jacarandás, cerca de la oficina de intendencia y la guardia del barrio.
Cuando la familia de Bunny decidió mudarse al exterior por motivos profesionales, la pregunta sobre su futuro fue un dilema. ¿Debería irse con ellos a un espacio menos verde, o seguir viviendo libre en La Alameda? Finalmente, se optó por dejarlo continuar su vida en el barrio. “Fue lo mejor que pudieron hacer por él. Bunny es un animal libre y feliz”, asegura Gastón Noguera, intendente del barrio, quien ha seguido de cerca su historia.
A pesar de no ser lo ideal para un conejo, Bunny ha formado una pequeña rutina matutina. Todos los días, alrededor de las 7:30 de la mañana, se presenta en la guardia del barrio, esperando ser alimentado. Los niños del vecindario lo han acostumbrado a recibir galletitas de agua, aunque sus cuidadores aseguran que lo más adecuado es ofrecerle verduras frescas. Sin embargo, Bunny no deja de ser un personaje entrañable y muy querido por todos.
Lo que más sorprende a los vecinos es la relación que ha logrado establecer con los carpinchos, los animales silvestres que también habitan el área. Bunny no solo comparte espacios con ellos, sino que juega, salta y se acerca a ellos sin temor. “Bunny se siente muy cómodo con los carpinchos, incluso se deja acariciar y disfruta ser el centro de atención”, cuenta Noguera, destacando la simpatía que despierta en chicos y grandes.
La historia de Bunny demuestra que en La Alameda, como en otras zonas de Nordelta, es posible crear un entorno donde la flora y fauna local coexisten en perfecta armonía. A través de la convivencia respetuosa con los animales, el barrio se convierte en un ejemplo de cómo las distintas especies pueden encontrar su lugar, disfrutando de los espacios verdes y los lagos, mientras los residentes cuidan y respetan a los animales que comparten su entorno.
Mientras esta historia se escribe, Bunny sigue saltando alegremente por los jardines de La Alameda, siendo una atracción constante para quienes lo visitan y un símbolo de la vida tranquila y respetuosa con la naturaleza que caracteriza al barrio.