El destino -o mejor dicho, un criminal atentado- hizo que sus caminos se cruzaran. Ella era la secretaria del agregado militar en la embajada de Israel en Argentina; él, un joven marine estadounidense que estaba en Buenos Aires gracias a una beca para aprender español. Juntos protagonizaron la foto más icónica del horror vivido el 17 de marzo de 1992.
Como todos los días después de almorzar, ese martes 17 de marzo Lea Kovensky (36) estaba fumando un cigarrillo con su amiga Mirta cerca del conmutador de la embajada, en la esquina de Arroyo y Suipacha.
A un par de cuadras de distancia Bruce Willison (25, marine estadounidense) tomaba una café en un bar cercano a Plaza San Martín, en un alto en un curso de idioma español que lo había traido a Buenos Aires y para el que había ganado una beca.
El destino -o mejor dicho, un criminal atentado- hizo que sus caminos se cruzaran.
Una camioneta repleta de explosivos se estrelló contra el edificio de la embajada de Israel que quedó prácticamente reducido a escombros. Entre la decena de heridos que fueron saliendo por un boquete, en medio de una nube negra y una lluvia de vidrios y mampostería, emergió Lea descalza, con el rostro y el cabello ensangrentados. Al verla, Bruce no dudó, la alzó en su brazos y la llevó unos cien metros más allá, al lugar donde en un principio se atendió a los heridos. Luego se los cargaba en un camión que fue una especie de ambulancia improvisada. Lea fue llevada al Hospital Fernández.
Esa imagen -síntesis de la solidaridad en medio del dolor- tomada por el fotógrafo ya fallecido Norberto Mosteirin fue la tapa de la revista Gente y años después, la portada de un documental de History Channel.
El día después
Pese a las heridas que recibió, Lea volvió el miércoles 18 a la esquina de Arroyo y Suipacha, para ayudar en la remoción de los escombros y a pensar en la reconstrucción.
Bruce, que debía presentarse en un regimento en las afueras de Valparaíso el lunes 23, se propuso aprovechar al máximo los pocos días que le quedaban en la Argentina y visitó -viajando en micro- Bahía Blanca y Bariloche, para luego cruzar a Puerto Montt y de ahí volar a Santiago de Chile.
Aunque sabían el uno del otro (la imagen había sido tapa de revista), cuando Bruce pasó por Buenos Aires a su regreso de Chile no se encontraron ni hablaron por teléfono.
Recién se conocieron en el acto por el décimo aniversario del atentado, precisamente en la Plaza de la Memoria erigida donde estaba la embajada. Fue un encuentro breve, muy emotivo, en el que pesaron más las miradas que las palabras.
Desde entonces siguieron en contacto vía mail, Lea le contaba sobre su trabajo en la nueva sede de la embajada -Avenida de Mayo y Chacabuco- y él de su trabajo profesional, de su esposa y de sus dos hijos. Bruce le confió que el 17 de marzo de 1992 es un día que jamás podrá olvidar y que tiene una foto de Lea en su oficina.
Hasta que al cumplirse los 25 años del atentado, en el 2017, se volvieron a ver, tanto en el acto habitual en la Plaza de la Memoria, en Buenos Aires, como en el Foro Global de Comité Judío Americano, en Washington, donde Bruce fue distinguido conel Premio al Valor Moral, que él agradeció diciendo que se sentía “un embajador de la memoria”. Willison resaltó que la tarde del 17 de marzo de 1992 le cambió “la vida y la carrera” y que “siempre estará en mi corazón”.
Tuvieron que pasar otros cinco años para que Lea y Bruce volvieran a encontrarse. Fue este miércoles 16 de marzo de 2022, en la víspera del acto por los 30 años del atentado. “Fue un encuentro muy fuerte, muy emotivo, como suele ser cada vez que nos vemos”, confió Lea a Télam. Esta tarde pasó por el hotel donde se aloja Bruce y finalmente conoció a su esposa y sus hijos.
Hubo un almuerzo, mucha charla y una despedida hasta el día siguiente ya que este viernes 17, vuelven a estar en la esquina de Arroyo y Suipacha, con la misma certeza y el mismo deseo de siempre: Paz y Justicia.