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Rosh haShaná: Mensaje del Rabino Eliyahu Peretz

Cinco mil setecientos ochenta y tres años nos separan, atendiendo a la tradición judía, del momento en el que por primera vez un humano abrió los ojos para descubrir su mundo. Tal vez aquella persona se maravilló al saborear con sorpresa el estimulante desconcierto que nos genera la existencia a las personas. Siendo que de esta forma lo vivió él, Adam, también nosotros cada mañana y al comenzar un año nuevo aprovechamos la oportunidad para observar durante un instante el pasado reciente y nos preparamos para vivenciar el presente durante el año que va a comenzar sin cargar con los errores y malos entendidos acaecidos.

Con la caída de la noche este cercano domingo 25 de septiembre, nos dispondremos a conmemorar Rosh haShaná. El día conocido como “año nuevo judío”, coincide con la creación de la primera persona, el ser que nos recuerda la esencia común que reside en nosotros. Las sinagogas se vestirán de blanco, remembranza de la primera luz y del resplandor que perciben los ojos del recién nacido, quien no es capaz de diferenciar objetos y formas. Ese pequeño, igual que nosotros mismos, solamente con el tiempo comenzará a comprender y observar al otro que reside en sí mismo. Resonará el shofar en todos los rincones, para cumplir con el precepto y, principalmente, para despertar nuestros corazones y convocar nuestras conciencias con el fin de que nos sumemos al esfuerzo colectivo de reparar y mejorar el mundo.

Quienes se acerquen a las sinagogas podrán escuchar las ancestrales palabras que contienen sabiduría y otorgan consuelo a los inquietos espíritus del hombre moderno. Ocupados como estamos en nuestros quehaceres cotidianos es imprescindible, incluso obligatorio, que nos detengamos durante dos jornadas consecutivas dedicándonos a la introspección y la búsqueda de la luz primigenia o, mejor dicho, de la perspectiva inocente del “recién creado”.

Que sea este año cinco mil setecientos ochenta y tres tiempo de encuentro y convivencia. ¡Shaná Tová uMetuká! ¡Qué sea un buen y dulce año!

Por Rabino Eliyahu Peretz – Judaica Norte

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